viernes, 19 de septiembre de 2008

De Reojo


El aire huele raro, no es el mismo aroma de ciudad-smog al que tanto nos hemos acostumbrado, es un olor diferente, a veces me recuerda el olor de la pólvora en las fiestas de mi pueblo, pero ésta vez mezclado con un cierto aroma a gas o a coladera o a ropa vieja o suciedad o a miedo...

sí, eso es mi ciudad huele a miedo, miedo que se nota en la mirada de las personas que como sonámbulas caminan sin rumbo, como buscando algo o a...alguien.


Este olor que se mete en los pulmones, el tufo que desprenden los líquidos corporales en descomposición, que se mete en la nariz y en el cerebro, que te cala los huesos, el alma y que no te deja dormir aunque pasen los años... los años.


¿Quien iba a pensarlo siquiera? no podíamos, era algo tan ajeno a nuestra realidad, algo que sólo viéndolo, palpándolo, respirándolo pudimos creer y lo pudimos creer porque lo vimos, estabamos absortos, sorprendidos de tanta desgracia, de tanto polvo, de tanta humedad escapando por todas partes, reblandeciendo la tierra y nuestros corazones.


Ahi estábamos, cumpliendo nuestro trabajo y tratando de ser útiles de vez en cuando, pero era algo realmente difícil para quien no está acostumbrado a la cercanía de la muerte, ésa señora pálida que ésta vez se sirvió con la cuchara grande. Difícil en verdad era saber que debajo de ése montón de piedras hubo gente que se dedicó a buscar los relojitos, las pulseras o lo que pudiera caber en sus bolsillos sin que se notara tanto, saber que debajo había también cuerpos de pequeñas princesas truncas ataviadas en uniforme de escuela comercial, privadas de futuro, privadas de sus sueños, arrancadas de tajo y sin despedida de sus familias que no acababan de creer lo que había pasado, caminabamos tratando de no mirar lo que bien sabíamos que estaba ahí, a veces nos tocaba la guardia nocturna y recorríamos con cubrebocas las calles de nuestra fatua y otrora orgullosa "Zona Rosa" con cierto temor mirando de reojo a nuestras espaldas y a los montones de escombros que a pesar del tiempo transcurrido aún me parece verlos en el mismo sitio.


Son 23 años ya y a veces, los sueños-pesadilla regresan; me veo tratando de ayudar a alguien, orientando a mujeres sin rostro, recibiendo una naranja para la sed de manos sin cuerpo, caminando en círculos eternos rodeado de escombros que se repiten y se repiten , pierdo a mis compañeros, los veo de lejos arriba de un montón de piedras, escucho sus voces pidiendo ayuda, corro, los busco... y de repente me veo sólo, infinitamente solo en mi ciudad destruida, a veces también despierto sudoroso y con ese maldito olor metido en la nariz!