miércoles, 4 de febrero de 2009

Las Causas del Olvido...


Que razón existe como para no recordar una fecha, un evento, una semana entera?


Pocas veces he escrito o me he referido a mi madre, pocas veces la he pensado vulnerable. Acostumbrados como estamos en la familia a verla sonriente, saludable aún a pesar de la diabetes que la aqueja desde hace ya bastantes años, acostumbrados a su coraje y fortaleza, a escuchar sus sencillos consejos después de abrumarla con nuestros problemas, que casi siempre consistían en siete palabras: ¡No se raje! ¿Que no es hombre?


Fuimos (somos) una familia bastante "sui generis", nos frecuentamos poco, nos llamamos menos, ocupados como estamos en nuestros propios asuntos, a veces coincidimos en casa de los viejitos y es en esas ocasiones en que medio platicamos o medio convivimos, y vivimos y covivimos a medias ya que es casi seguro que no estemos todos reunidos en el mismo espacio ni en el mismo momento.


Recuerdo a mi madre fuerte, brava como buena jalisquilla, muy creyente de sus Santos y veladoras, la recuerdo entrona jalando a sus hijos para llevarlos al Hospital General y todo para que papá pudiera vernos antes de otra de sus múltiples operaciones.


La recuerdo con sus bolsas de mandado comprándome un juguete en el mercado, la recuerdo peinando a mi hermana menor y sus ochocientos caireles o llevando al panteón a mi hermano muerto de una enfermedad llamada calle.


Le gustaba platicar hasta que poco a poco fué perdiendo la audición de uno de sus oídos y fué entonces que le crecieron los silencios, de nada servía el auxiliar auditivo ni cambiarle baterías cada vez, el silencio le fué ganando la batalla, batalla que por nuestras propias vidas alejadas no le ayudamos a vencer.


De repente se perdió en el sinsentido de los días, dejó de preocuparse por los domingos o los lunes o por saber si es Marzo o Diciembre, para ella todos los días son iguales, no tiene prisa por ir a ninguna parte, ni tiene prisa por llegar a tal o cual fecha, no le importa en realidad.


Así que de pronto nos vemos aquí parados frente a ella y la escuchamos preguntar por nuestras mujeres, nuestros hijos y sus escuelas, sabedora de antemano que nuestra visita será de nuevo una visita "de doctor" y que de nueva cuenta les lloverá la soledad en esa casa fría y alejada de sus hijos, de ésos pequeños que un día crecieron y les ganó la distancia, sabedora de que a pesar de todo no está sola, que la acompañan mi padre y sus achaques, así como un perro que nunca creció y sus veintitantos santos intemporales.


¿Que fecha es hoy? le preguntó el médico que la revisó hace unos días, -No sé - contestó (aquí pudo haberle gritado que tampoco le importaba, pero se contuvo), -estamos a 25 de Enero señora- contestó el doctor y fué entonces que pude ver un destello como de niña traviesa en su mirada, volteándome a ver me dijo con el tono que utiliza cuando bromea: ¿y 'ora éste que tiene que no sabe ni en que día vive?


Nos marchamos por donde llegamos, ella callada colgada de mi brazo y yo pensando ¿en que día vivo?

1 comentario:

Anónimo dijo...

querido hermano, la realidad nos ha caido de golpe y es cierto que nuestra madre ha empezado a perder su blindaje, ha sido víctima de nuestra idea de que es invulnerable y perene, ahora que percibimos su fragilidad, perdemos la fe en pensar que siempre estara para apoyarnos y acariciar nuetras frentes. Pero aun hay tiepo para coincidir y vitalizarla con nuetras charlas que la sacan de sus ensueños borrascosos.

te quiero hermano,

julio