miércoles, 18 de mayo de 2016


El mismo final

Debieron quedarse callados, fingir acaso que no se conocían, que nunca se habían visto en la vida, pero no, la emoción de verse de nuevo los condujo sin remedio a abrazarse con la alegría que sólo dá el hecho de encontrar de nuevo a quien se creyó perdido para siempre.

Habían pasado doce años al menos y ahí estaban uno enfrente de la otra, sonriéndose como acostumbraban en sus épocas de estudiantes, tomándose las manos y haciéndose mil preguntas que no acertaban a contestar con la velocidad que se las hacían.

Doce años!! se repetían con la mirada llena de historias y promesas. 

Se conocieron cuando ambos estudiaban el bachillerato, la diferencia de edades-ella era mayor que él por tres años- no fue impedimento para quererse como se querían los jóvenes de aquellos tiempos, mitad inocencia y mitad desafío; Todo sucedió de repente, en una de tantas fiestas de ésas que se organizan de pronto y sin motivo alguno, alguien del grupo los presentó y de pronto se vieron bailando abrazados una melosa canción en inglés, la cerveza ingerida logró que se besaran justo cuando él la encaminó al metro, verse por las tardes se volvió un verdadero desafío para ambos ya que el novio de ella, un tipo rudo, de barrio bravo y también mayor que ella, no dejaba suficiente espacio libre para dejarlos quererse a sus anchas, siempre llegando sin aviso previo, cayéndole de sorpresa y malos modos.

Una de tantas tardes, cuando estaban sentados medio ocultos en el viejo parque del rumbo, ella le pidió algo que él nunca se esperó, le pedía con vehemencia que le hiciera el amor, que se la robara aunque sea un ratito en el hotel que les guiñaba el ojo justo en la acera de enfrente, que le diera un motivo, un pretexto para cancelar la boda, que a estas alturas de la vida no estaba tan segura de querer llevar a cabo. Lo que pasó enseguida la llenó de ira y desconcierto, el novio-amante se disculpó con ella, le explicó que no tenía dinero ni siquiera para pensar en ello, que de verdad la quería, aunque también era cierto que no sabría que hacer si ella cancelaba su boda y se quedaba con él.

Llena de tristeza le dio la espalda y se marchó no sin antes decirle que ésa sería la última vez que se verían, que no volviera a buscarla.

El siguiente fin de semana fué una verdadera tortura para ambos, él maldiciendo su pobreza y ella soñándose abrazada por su "niño" como cariñosamente lo llamaba al oído.

Hay historias que tardan en escribirse doce años y que conducen inevitablemente al mismo final, esa tarde ya adultos ambos, apretados sus cuerpos desnudos en algún hotel de paso, ella le confesó que después de aquella tarde no volvería a haber otra, que ella nunca lo usaría como excusa para firmar el divorcio que desde hace varios meses venía tramitando y que al día siguiente se concretaría, que doce años habían sido demasiados al lado de quien nunca le dió pretextos ni motivos para quedarse y que había sido hermoso encontrarlo de nuevo.

Debieron quedarse callados, fingir acaso que no se conocían pero ¿quien le puede decir que no a doce años de desnudez contenida?





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